El Real Monasterio de Sant Miquel ( San Miguel, en valenciano), se encuentra en el cerro que se alza en el extremo sur de la localidad de Llíria. En la cima del conocido como Tossal de Sant Míquel, sobre las ruinas de la antigua y gran Edeta - importante yacimiento arqueológico que todavía hoy se puede visitar- se levanta el famoso santuario lliriano, dedicado al príncipe de las milicias celestiales, el Arcángel San Miguel. Convertido en uno de los santuarios más importantes de la Comunidad Valenciana, son numerosos los visitantes que se acercan en peregrinaje a visitar este lugar tan especial, que esconde, dentro de sus muro, varios siglos de Historia, Espiritualidad, Religión, pero sobre todo, desde tiempos muy antiguos, un símbolo de devoción.
EL SIMBOLISMO DEL SANTURARIO
Los santuarios son lugares donde predominan los componentes sagrados, dada su religiosidad, y que en muchas ocasiones, también está relacionada con la situación geográfica del propio santuario, lugares privilegiados que invitan al retiro, la meditación y el encuentro con uno mismo. Desde el punto de vista místico, los santuarios en la cima de las montañas simbolizan la unión entre el cielo y la tierra, representando la elevación terranal la ascensión interna del espíritu a las alturas.
El Real Monasterio de Sant Miquel se encuentra en un tossal (cerro, en valenciano), a 271 metros de altitud sobre el nivel del mar, y que estratégicamente supone un punto de referencia, pues hacia el este, domina la extensa zona de llanura, alcanzando a ver el mar.
EL BEATERIO
Según los documentos encontrados a finales del siglo XIX en el propio monasterio, la fundación del Ermitorio de Sant Miquel data del año 1326, y corresponde al rey Jaime II, rey de Aragón, Valencia y Sicilia, quien lo concibió como un beaterio medieval para la práctica de la oración, que dependía del poder civil, y no del eclesiástico.
Las beatas (devotes dones eremiticades) gozaban de la protección del rey y vivían humildemente, siguiendo el movimiento reformista y espiritual de las beguinas, muy presente en la época dentro de la Corona de Aragón.
Las reformas que posteriormente ejerció el rey Martín, el Humano en el año 1406, preocipado por la reputación y moral de las beatas, posibilitaron la continuidad de un beaterio fiel al catolicismo. Desde ese momento, la comunidad la debían formar 15 beatas, solteras o viudas, legítimas y honestas, por lo que desde la reforma sólo ingresaban señoras de buenas familias, y que en el transcurso de la historia recibieron numerosos privilegios reales, lo que impulsó su popularidad.
Durante los siglos, el beaterio no se sometía a las autoridades eclesiásticas, lo que provocó que durante la Desamortización de Mendizábal en el año 1836, al ser las beatas expulsadas del recinto y confiscados sus bienes, reclamaran al Gobierno, recordando que Sant Miquel era un beaterio, una institución civil. Las autoridades, no siendo un orden religioso, autorizaron su vuelta al ermitorio y obligaron a la resitución de los bienes confiscados.
LA ORDEN RELIGIOSA
Durante más de 500 años, el santuario de Sant Miquel funcionó como beaterio, hasta que a finales del siglo XIX comenzó su decadencia, por lo que la comunidad de beatas se transformó en 1895, y después de tantos siglos, en un orden canónico.
Inspirándose en la salesas, se redactan sus propios estatutos, convirtiéndose en orden religiosa, con el nombre de R.R. Diocesanas de la Visitación de Nuestra Señora y de san Miguel Arcángel, única casa en el mundo. La comunidad, era reducida y peligraba falta de vocaciones, por lo que se integró en otra congregación más numerosa y permaneció hasta el año 1975.
En ese año, se funda el santuario de las R.R. Terciarias Franciscanas de la Inmaculada, de Valencia, que se establecen aquí hasta el año 1996, cuando dejan el santuario.
Desde entonces, el Real Monasterio ha estado ocupado por una la congragación religiosa procedente de México, las religiosas de la Cruz y del Sagrado Corazón, dedicadas a la contemplación (clausura contemplativa), que permanencen en la casa hasta el 7 de enero de 2001. A partir de ese momento se hace cargo y se pone al frente del mismo la Hermandad de San Miguel de Llíria, asociación cristiana de seglares, que intenta con un gran esfuerzo mantener en este centro de religiosidad popular el culto y devoción a san Miguel, junto con el clero de la ciudad de Llíria.
Actualmente, el Real Monasterio está pendiente de ser restaurado y ocupado por otro orden religioso.